lunes, 9 de noviembre de 2015

Marisa Bo

Foto:a.b

UNL
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN INICIAL Y PRIMERAS INFANCIAS


Cátedra: Lengua y alfabetización
Coloquio Final
Reflexión sobre el propio proceso de escritura .

Marisa Bo


Según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra reflexión hace referencia a: la reflexión o meditación, como proceso que permite pensar detenidamente en algo con la finalidad de sacar conclusiones.


Iniciaré entonces este escrito trazando imaginariamente una línea histórica que abarca la totalidad de mi vida. El primer tramo, coincide con mi escolaridad primaria y figuran allí solo huellas intensas de lectura entretenida, transgresora, nocturna y solitaria. En cambio, son pocos los recuerdos de escritura, aprendida a la luz del conductismo puro, en un colegio de monjas rígido y frio, donde se traslucían profundamente las diferencias socio – culturales de los alumnos y en el que la señorita E… se encargaba día tras día de enseñarnos a codificar y decodificar y de poner en evidencia vergonzante a los portadores de los “horrores” de ortografía y todo tipo de dificultades en el aprendizaje de la lecto escritura. Ella era la poseedora de los conocimientos y nosotros, los aprendices, meros receptores, con muy pocas oportunidades de participación.

Analizándolo, ahora, después de tanto tiempo, creo que esas heridas leves pero reiteradas y acumuladas durante los primeros siete años de escuela, dejaron en mí y quizás en mis compañeros también, una gran cicatriz.

Del paso por “la secundaria”, revisando mi propio proceso de escritura, me quedó grabado a fuego el latiguillo “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. El eterno objetivo era resumir y sintetizar, había poco lugar para la producción social del conocimiento, si te explayabas narrando, expresando sentimientos, emociones e ideas, “guitarreabas demasiado” y te bajaban la nota. Obviamente subyacía en aquel modelo la falta de Derecho a la Libertad de Expresión y esta metodología de enseñanza respondía perfectamente a la voluntad de la dictadura.

Como resultado de todo este proceso, me transformé en una perfecta escritora de telegramas.

En la época en que transité por el profesorado, se hacia hincapié en la música, la higiene y puericultura, las manualidades y la practicidad de la literatura moralizante o como medio para desarrollar contenidos. Si tus conocimientos superaban las expectativas en esas materias, seguramente serias una excelente maestra jardinera. Nadie se detenía demasiado a analizar nuestra expresión escrita.

Evidentemente seguíamos a la sombra de los programas educativos de los años 70 donde el empobrecimiento de la educación en todos sus aspectos, fue un resultado intencionalmente buscado con fines ideológicos.Con esa mochila, casi de hierro, me lance al mundo del trabajo en los jardines.

Recién en el año 2012, llega “mi gran ocasión”, a través de un correo electrónico por medio del cual me comunicaban desde la UNL., la habilitación para formar parte del primer grupo que cursaría la licenciatura en nivel inicial. Dudas, incertidumbre, miedos y una fuerte tormenta, no fueron suficientes para obstruir el paso por el nuevo camino que se abría ante mis pies. Ese instante se transformó en un nuevo punto de partida, en el “todo comienza hoy”; Incluyendo en ese “todo”, mi relación con la escritura encontrándome, a partir de allí, con “la motivación como parte de la acción”, como dice Paulo Freire.

Para transitar este camino, que visualizo como infinito, cuento con mis espacios internos disponibles y he tomado conciencia de mi sendero recorrido en el que puedo hurgar, revisar y reconstruir. Descubro mis propias debilidades e incompetencias pero también mis fortalezas y posibilidades, sin detenerme jamás.

Aprendí hace poco, que debo sacudir la pereza; que con voluntad y disciplina puedo transformar aquella escritura insipiente, reducida, y parca, en otra que de gusto ser leída. Que la lectura y la escritura son dos caras de la misma moneda y cada persona desde que nace “lee” el mundo, buscando y construyendo sentidos, del mismo modo que, si le dan la oportunidad, también puede escribir con palabras ese mundo que ha leído, como dice Graciela Montes.

Ahora sé que escribir es una habilidad que se adquiere con la propia práctica, se aprende a escribir escribiendo. Que leer y escribir cobra sentido en nuestra vida cuando lo hacemos con un propósito determinado. Mediante la escritura puedo expresar mi pensamiento, emociones, ideas, proyectos, iniciativas y para transmitir esta destreza eficazmente, debo transformarme en lector y escritor en mi propia practica. Emilia Ferreiro dice que “detrás de los ojos, los oídos, el aparato fonatorio y la mano, hay un sujeto que piensa y trata de incorporar a sus propios saberes este maravilloso medio de representar y recrear la lengua que es la escritura.

Nadie tiene las ideas elaboradas en su cerebro sino que las construye poco a poco y así van tomando forma textos con significado y lo que se quiere expresar emerge como una escultura tallada durante mucho tiempo. Esta afirmación es tan aplicable a alumnos como a docentes.

Y continúo, sin prisa pero sin pausa recorriendo mi sendero; como educadora, arriesgándome a practicar una pedagogía transformadora, situada en este rol de acompañante, de andamio, de mediador y promotor, entre otras tantas cosas, de la lectura y la escritura, favoreciendo el desarrollo integral del lenguaje. Como alumna, analizando, reflexionando, participando, aprendiendo con apertura y responsabilidad.

A modo de cierre quiero expresar que mi conclusión está representada fielmente por dos frases contundentes:“Venimos de un pasado imperfecto y vamos hacia un futuro complejo”. (Ferreiro)
"Caminante, no hay camino, se hace camino al andar". (Machado.)


Bibliografía:
Devetach, Laura. “La construcción del camino lector”. 2008.
Ferreiro Emilia. “Leer y escribir en un mundo cambiante”. 2015.
Freire, Paulo. Shor, Ira. “Miedo y osadía”. 2014.
Montes, Graciela. “La gran ocasión”. 2007.

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